Rufina Belmonte González
Hay un puente que queda entre el paraíso y la tierra, y se llama Puente del Arco Iris.
Cuando un animal que ha sido especialmente amado por alguien aquí en la Tierra muere, entonces va al puente del Arco Iris.
Allí hay valles y colinas para todos nuestros amigos especiales, para que ellos puedan jugar y correr juntos.
Todos los animales que han estado enfermos o que eran ancianos, recuperan su salud y vigor; aquellos que fueron heridos o mutilados recuperan lo perdido y son fuertes nuevamente, tal como los recordamos en nuestros sueños de días y tiempos pasados.
Los animales están felices y contentos, excepto por una pequeña cosa: cada uno de ellos extraña a alguien muy especial, alguien a quien tuvo que dejar atrás.
Todos corren y juegan juntos, pero llega un día en que uno de ellos se detiene de repente y mira a la lejanía. Sus brillantes ojos se ponen se ponen atentos: su impaciente cuerpo se estremece y vibra. De repente se aleja corriendo del grupo, volando sobre la verde hierba, moviendo sus patas cada vez más rápido.
Ella me ha visto y cuando finalmente nos encontramos, nos abrazamos en un maravillo reencuentro, para nunca separarnos de nuevo. Una lluvia de besos cae sobre mi rostro; mis manos acarician su cabeza amada y miro nuevamente a tus confiados ojos. La espera fue eterna, pero no hubo ningún día en que te apartaras de mi mente o mi corazón.
Entonces las dos cruzamos felices el Puente del Arco Iris juntas para no separarnos jamás.
Gracias por todo mi bebé hermosa, me enseñaste el amor verdadero. No one could ever take your place.