Kitty Hernández
No son más silenciosos los espejos, ni más furtiva el alba aventurera; eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto divino, te buscamos vanamente; más remoto que el Ganges y el poniente, tuya es la soledad, tuyo es el secreto.
Tu lomo desciende a la morosa caricia de mi mano, has admitido de esa eternidad que ya es olvido, el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás eres el dueño de un ámbito cerrado como un sueño.